domingo, 28 de junio de 2009

El hombre es un animal gregario.

Ha muerto hace pocos días un hombre que vivió la mayor parte de su vida para los demás. Que ha aliviado sufrimientos a muchos de sus semejantes. Un hombre que ha creado una fundación que lleva su nombre con el único interés de salvar de las garras de la pobreza y el hambre a otros muchos.

Tiene un récord: tropecientas escuelas, tropecientos hospitales, una pasada en viviendas... para una inmensidad de personas que antes no hubieran soñado con la vigésima parte.

Los medios han cubierto este suceso. El público le ha aplaudido. Todos le respetan y le admiran. Hablan de vez en cuando de él en la radio. Eso sí, sin ponerse demasiado pesados.

Una pega: no origina una oleada de seguidores.

Después de este óbito, otra noticia luctuosa, un señor que cantaba y bailaba como nadie se ha muerto también. Revolucionó el pop. Pero sobre todo, vendió mucho más que otros muchos que también cantan, bailan y componen.

Un récord: con lo que ganó ¿qué no hubiera hecho el filántropo que murió unos días antes?

Todos los periódicos llenan páginas y páginas, todas las emisoras de radio hablan cada cinco minutos de tan terrible pérdida, las cadenas de televisión pronostican que ha nacido un mito.

Una pega: le imitarán millones de personas en el mundo, será un ejemplo.

Todos le imitaremos, seguimos al grupo, somos gregarios.

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